
(Basado en un escrito de Johanna Orellana,
inspirado a su vez en Paula Toledo)
Por Josúe Garrido
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Al caminar iba recordando la grave discusión que habían tenido anteayer, reproduciendo cada sensación en su mente. (Incluso recordó que le había llegado a odiar a un punto tal en que ella, ni siquiera ella, había podido reconocer...) Fue entonces cuando, arrepentida bajo la lluvia, el viento sopló un poco más fuerte y se percató de que el único abrigo que tenía era aquel sweater verde que tanto le gustaba.Camino hacia ninguna parte por largo tiempo. La lluvia caía sobre su piel como si fuera una caricia fría, marchita, falsa, asfixiando cada partícula de su ser.
- De seguro me pego un resfriado - pensó.
Recorrió los lejanos momentos felices y naufragando en ellos llegó a un pequeño puente. Se detuvo y miró hacia los lados. Otra vez se detuvo, pero ahora mirando hacia el pasado y entonces fue cuando recordó que allí, en ese mismo lugar pero en otro tiempo, se habían declarado amor por primera vez. La realidad la arrastró desde su letargo para golpearla con el amargo dolor de la melancolía. Su alma se desangro en una lágrima única que llenaba todo su cuerpo de la misma forma extraña en que el extraño sentir de hace algunos días atrás la saturaba. Pero esa lágrima cayó. El amor se había ido. Ella estaba en ese lugar invadido por recuerdos felices, sola y llorando...
Ahogándose en un dolor que ya no era suyo (en un dolor mas grande que muchas de las cosas conocidas, en un dolor que había crecido tanto que ahora era él el que la poseía) notó una sombra que se acercaba y un escalofrío le golpeó el corazón.
- No, no puede ser él. - Susurró- No, no puede ser ella. - Musitó
Y el paraguas se le cayó de las manos como si no existiera, como si solamente estuvieran ellos dos compartiendo su dolor bajo la lluvia, como poseídos por un ago superior advertible únicamente por el tiempo que permanecieron mirándose, poseídos por un algo superior que no lograban entender y que no querían terminar...Sin aviso se suspendió el letargo celestial con una palabra que tiempo atrás era señal de que iban a hablar, de que tenían cosas que compartir; señal de que podían confiar.
- Hola. - Dijo él acercándose despacio;
pero ella aún estaba lejos y no quería volver; tenía miedo de lo que podía llegar a pasar y su lengua se negó a responder.
De pronto ella sintió su respiración cercanamente amigable y le siguió. De pronto ella percibió el singular baile de su corazón y se le unió. De pronto ella vio sus ojos y entonces el recuerdo volvió y con él la nostalgia y con ella una lágrima. Una mano abrazó su hombro y entonces supo que él estaba aquí. Ella ya no lloraba sola. Sus lágrimas se perdieron entre la lluvia, la cual se hizo más fuerte como queriendo opacar lo que les sucedía, pero la lluvia no pudo contra el pasado y el sentimiento que ellos compartían. Una cosa extraña como entre odio y amor se apoderó de sus almas. Ya no sabían nada.Y como si nunca se hubieran alejado y de la mano hubieran presenciado cada segundo de sus vidas, el dijo:
- Toma mi chaqueta... De seguro te pegas un resfriado.-
Algo dentro de ella la hizo aceptar el ofrecimiento y devolver a su vez una sonrisa que se hizo mutua.Ella se sorprendió al descubrir unas lágrimas en el rostro que no podía dejar de recorrer. Ya no sólo compartían el pasado y la lluvia; también compartían el dolor.
- Perdóname por favor. Perdona lo que te he hecho. Ya no aguanto esto. Aún creo que te amo y siento que jamás podré dejar de hacerlo...
- Yo... Yo también.-
"... Y ya las palabras no tenían cabida en su antiguo diálogo.Con ese beso se habían dicho todo."
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